Analía79 no conocía los límites. No los del tiempo, ni los de la lógica. Había aprendido a respirar y hacer que el mundo se detuviera con un solo suspiro. Un día, mientras estaba en la cocina, se dio cuenta de que su aliento no solo movía el aire, sino que también podía mover el sol.
Empezó a experimentar: primero apagó las estrellas, luego encendió planetas, y, por último, decidió darle al sol un nuevo brillo, uno que haría desaparecer el color del cielo. A la gente no le gustó, pero Analía79 simplemente se rió y siguió respirando como si nada.
La realidad ya no era un problema para ella. Empezó a reconfigurar las leyes de la física como quien dibuja con crayones. Las partículas de materia ya no se mantenían en sus órbitas. Flotaban y danzaban al ritmo de su respiración, creando un nuevo universo de colores imposibles.
Un día, una criatura de polvo cósmico apareció ante ella, diciéndole que había alterado tanto el flujo del tiempo que el futuro y el pasado ya se habían olvidado de existir. Pero Analía79 no estaba interesada en esas cosas: siguió soplando sobre los planetas, como si todo fuera un juego de mesa que había abandonado por completo.
Hoy, dicen que si miras al sol demasiado tiempo, puedes ver una silueta danzante que mueve las galaxias como quien mueve fichas de ajedrez. Esa silueta, claro, es ella, Analía79, en su eterno suspiro.
Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
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